Según el Feng Shui, el color rojo indica el calor del verano y se considera, por tanto, de buen augurio, portador de fortuna (por eso todos los restaurantes chinos tienen delante de las puertas linternas rojas). Se dice: “Allí donde se vean linternas rojas, hay un restaurante chino” El feng shui y el taoísmo tienen puntos de vista en común. Por ejemplo, para el feng shui, el ch´i es una fuerza natural o aliento vital que puede compararse con una gran respiración cósmica y debe discurrir por el interior de la casa armoniosamente, atravesándola sin obstáculos. Esa energía debe estar equilibrada, no ser ni demasiado fuerte ni demasiado débil, puesto que un desequilibrio puede dañar la salud y la felicidad de los habitantes de la casa.

 

El taoísmo expresa los mismos conceptos instando a los hombres a no cometer actos que puedan alterar su espontaneidad y la armonía de la naturaleza. Para los taoístas es un error que el hombre se dedique a meditar sobre sí mismo y sobre las leyes naturales con fines políticos y de negocios. El objetivo de los taoístas es conservar la armonía del propio cuerpo y la propia mente en sintonía con la naturaleza. El hombre es un pequeña pieza de la armonía de la naturaleza, pero puede hacerle mucho daño.

Otro color que tiene una importante trascendencia en el feng shui es el negro, que representa mala fortuna. Para el taoísmo se trata, por el contrario, del aspecto espiritual, el de la vida del universo en el que vivimos, y un intercambio de influjos entre el cielo y la tierra. Igual que todo yin ha de tener su yan, el chí encuentra su opuesto en el sha.

Al mismo tiempo, la doctrina del yang y el yin refleja también un punto de vista histórico, un modo de proceder característico de una filosofía naturalista.

 

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